María Elvira Santamaría Hernández | Coatza Digital
Estamos algo así como en dos realidades alternas.
Por la mañana, escuchamos la voz del Presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador, que nos indica que vamos bien, que se está erradicando la corrupción y el ‘huachicoleo’, que baja la inseguridad, que se están tomando las medidas correctas para que el pais crezca y se termine la pobreza. Que está determinado a ello.
Luego, en el transcurso del día, conforme los analistas y periodistas diseccionan los mensajes presidenciales y hacen comparaciones con datos proporcionados por fuentes oficiales del mismo gobierno federal y de otros organismos, nuestra realidad tranquilizadora se va transformando en pesimismo, se torna preocupante, porque resulta que, por ejemplo, el precio de la gasolina magna no bajó ni se ha mantenido estable; ha subido treinta por ciento en tan solo dos meses; el crecimiento en 2019 no llegará al 2.1 del PIB, -porcentaje que AMLO anteriormente había calificado de mediocre y equivalente a estancamiento-, anunciando que su gobierno llevará la economía al 4 por ciento del Producto Interno Bruto, pero al final del sexenio; el “huachicoleo” aún persiste y los homicidios, asaltos y secuestros están peor que nunca.
Ayer por la mañana López Obrador dijo que se ha licitado de manera pública el 75 por ciento de las obras emprendidas por su administración. Esto es inexacto por no decir falso, porque las cifras que publica el portal gubernamental de Compranet indican que solo se ha licitado 22 por ciento de la obra contratada por la llamada Cuarta Transformación.
Muchos dirán que esto es lo que siempre se ha hecho en las pasadas administraciones. Cierto, millonarios contratos en los regímenes anteriores fueron, como diariamente lo remarca el presidente López Obrador, opacos, poco transparentes, deliberadamente dirigidos, incluso tramposos y fraudulentos. Y precisamente por eso se enfatiza la extrañeza, porque este gobierno se erigió desde el primer día como absolutamente diferente, como un parteaguas de claridad, de honestidad, de nuevas formas de manejar los recursos, por eso no es entendible que mientras en la mañana el Presidente afirma una cosa, unas horas después nos estén mostrando datos que lo contradicen, que lo desmienten.
Los colaboradores, el gabinete de López Obrador tiene que estar no solo comprometido con la honestidad sino también con la eficiencia. Porque no es posible que le pasen datos al primer mandatario sin haberse asegurado de su certeza. Lo colocan en posición de mentiroso o de desconocedor del tema que aborda.
Cuidado, el valor más importante del esperanzador gobierno federal, es su legitimidad basada en la palabra de un presidente que se precia de tener una autoridad moral que lo hizo ganar arrolladoramente en las urnas.
Ciertamente es temprano en el sexenio de Morena; AMLO lleva apenas 90 días en la silla Presidencial y cambiar rancias estructuras políticas es muy complicado. Sin embargo, debe tener en cuenta que no todo hay que derrumbarlo a riesgo de parecer chivo en cristalería.
Las cifras equivocadas, la ideologizacion de todas las actividades gubernamentales, el menosprecio a instituciones y organismos de la sociedad civil; los yerros y atrabancamientos de algunos miembros de su equipo pueden dar al traste con la percepción positiva de que hasta la fecha goza Andrés Manuel López Obrador. Eso sería verdaderamente lastimoso y dañino para todos.
Hasta Pronto.