Román Culebro Martínez

Ahora que este 20 de marzo se celebra el Día Internacional de la Felicidad (decretado por la ONU en el 2012), es conveniente recordar porqué algo que parece tan trivial se ha convertido en uno de los principales temas de los organismos internacionales (existe ya, en algunos países, el cálculo de la Felicidad Nacional Bruta, indicador que tiene la misma importancia que el PIB para medir la calidad de vida).

La economía -específicamente la teoría microeconómica- ha estudiado la felicidad desde hace mucho tiempo.  Los economistas usan el término técnico «utilidad» para definir la felicidad de los individuos y generalmente la describen mediante una función tipo:  U = U(X,Y).  Donde U (Utilidad, felicidad, satisfacción o bienestar) está en función del consumo de los bienes X e Y.

Nótese que de acuerdo a este enfoque, la felicidad o bienestar está asociada al consumo de los bienes [U aumenta si el consumo de X o Y también aumentan].

Esta perspectiva tuvo mucha influencia en las políticas públicas ya que como consecuencia, los gobiernos y autoridades se enfocaron en mejorar únicamente el nivel de ingresos para mejorar el bienestar (entendido este como la felicidad o la utilidad de los economistas). Mejorando los ingresos, el individuo puede consumir más bienes y por tanto aumenta su felicidad o utilidad. La meta de los países fue entonces aumentar el PIB y el Ingreso Nacional año con año.

Sin embargo, varios economistas a partir del año 2000 comienzan a cuestionar  este enfoque y nace como campo de estudio económico lo que se conoce actualmente como «la economía de la felicidad».

Bajo este enfoque el bienestar o felicidad está ligado estrechamente con la experiencia del propio individuo y, por tanto, no necesariamente la meta de las políticas públicas sería el incremento del ingreso nacional o el PIB.

La felicidad o bienestar podría seguirse describiendo mediante una función de utilidad, sin embargo los argumentos de la función no incluirían únicamente el consumo de los bienes:

U = U(X, Y, … Dominios de vida).  Donde los «Dominios de vida»  incluirían los dominios de la amistad y amor, las relaciones con la familia y el ocio y tiempo libre.

De esta manera no necesariamente mejor ingreso se traduciría en mayor bienestar, ya que por ejemplo si el individuo trabaja en exceso para tener más ingresos descuida los dominios familia, amistad y ocio (lo cual reduce la felicidad).

Una de las conclusiones más importantes de la economía de la felicidad a nivel individuo, es que las experiencias podrían generar mayor felicidad que las cosas. Y es que, aunque las experiencias (como una cena con un amigo o unas vacaciones) son temporales y de vida corta en comparación con las cosas, son capaces de crear una colección de recuerdos mayormente positivos en las personas.

Esto se debe a que las experiencias involucran convivencia e interacción con seres queridos mientras que las cosas (como una tablet o una pantalla) conducen a actividades que generalmente se hacen en silencio y en solitario.

Así que en este Día Internacional de la Felicidad es buen momento de recordar que debemos regalarnos más experiencias que cosas.

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