Román Culebro Martínez

-Lo sucedido en Sinaloa, el enfrentamiento entre miembros de la Guardia Nacional y narcotraficante (entre los que se encontraba Ovidio Guzmán, uno de los hijos de Joaquín El Chapo Guzmán) y que provocó el caos y el terror en Culiacán,  abre nuevamente el debate acerca de la eficiencia de la estrategia que han seguido los diferentes gobiernos de México –desde hace varios años- para combatir el narcotráfico.

 

El narcotráfico es principalmente un asunto económico. Se trata de un mercado sumamente rentable que genera, de acuerdo al Departamento de Justicia de los Estados Unidos, una ganancia a los cárteles de la droga mexicanos de hasta 40 mil millones de dólares anuales.

 

La estrategia que ha implementado el gobierno de México, en lo que va de este sexenio y en los dos anteriores para combatir el narcotráfico, consiste esencialmente en el uso de las fuerzas armadas -Marina, Ejército, Guardia Nacional– para disuadir la producción, distribución y venta de las drogas ilegales.

 

En ese lapso de tiempo el gasto público destinado a seguridad se ha incrementado aproximadamente 200%, ubicándose en más de dos billones de pesos y se han perdido, de acuerdo a cifras oficiales, 80 mil vidas en los enfrentamientos contra los cárteles.

 

La evidencia muestra entonces que los recursos públicos y humanos invertidos en esta lucha no han dado los resultados esperados, ya que el número de cárteles de las drogas no han disminuido y la violencia asociada al narco tampoco ha bajado.

 

Los economistas argumentan que este tipo de estrategias, como la seguida por el gobierno mexicano, son poco eficientes porque están enfocadas en combatir principalmente solamente un lado del mercado: la oferta.

 

Es decir, detener o eliminar un capo no sirve porque fácilmente puede fugarse o ser reemplazado por otro, mientras que decomisar y destruir la droga o aumentar el enfrentamiento militar solo ocasiona que el precio de las drogas suba (ya que por un lado se reduce la oferta y por el otro se vuelve más riesgoso dedicarse al negocio) y aumente la rentabilidad y el atractivo de dedicarse a producir, distribuir y vender drogas ilegales.

 

El aumento del precio de las drogas y por tanto de los márgenes de ganancias, también hacen costeable la producción y venta de drogas sintéticas con efectos más dañinos que las drogas naturales. De igual manera, esos ingresos elevados obtenidos en el negocio también permiten sobornar y corromper a más funcionarios públicos y autoridades policiacas o militares que estén al frente de programas de combate a las drogas.

 

Aunado a lo anterior, combatir al negocio de las drogas ilegales mediante la estrategia de disminuir la oferta, lleva al gobierno federal a una política de enfrentamiento y persecución de narcotraficantes, lo cual por un lado incrementa el número de gente violenta que se contrata (para capturar narcos por parte de unos y para defenderse por parte de los otros) y por el otro lado, mayor es el número de víctimas inocentes heridas o muertas

 

Los eventos recientes en Sinaloa puede ser una magnífica oportunidad para que nuestro país evalúe otras alternativas para combatir las mafias de las drogas de manera más barata y con menores costos a la sociedad.

 

Una opción es combatir las drogas pero con una estrategia centrada en la demanda. En lugar de tratar de reducir la oferta de drogas, los poderes públicos podrían tratar de influir en la demanda adoptando una política de educación sobre las drogas. Si la educación sobre las drogas tiene éxito disminuiría la cantidad demandada de drogas a cualquier precio dado. Al caer la demanda, se reduciría tanto el consumo como el precio de las drogas. Al desplomarse el precio, los márgenes de ganancias obtenidos en el negocio de las drogas disminuirían y con ello disminuirían también todas las consecuencias negativas que ya hemos anotado anteriormente.

 

Otra opción es legalizar el mercado de las drogas.

 

Mucha de la rentabilidad tan elevada del negocio de las drogas se debe a que es una actividad ilegal lo cual ocasiona que el precio también incluya una prima por riesgo.

Es muy probable que los elevados márgenes de ganancias del mercado clandestino se reduzcan al volverlo legal.

Adicionalmente, en un mercado legalizado, los productores y vendedores de drogas pagarían impuestos (económicamente esto quiere decir que mucha de las ganancias que actualmente disfrutan los narcotraficantes serían transferidas al gobierno mediante la recaudación fiscal).

La legalización de las drogas también permitiría la inclusión de médicos y de los tribunales al mercado para atender casos de fraudes en las ventas o venta de drogas alteradas. Así mismo, en un mercado legalizado, se evitaría el uso de recursos escasos – materiales y humanos- para perseguir y enfrentar narcotraficantes (con el costo adicional de víctimas inocentes heridas o muertas por estos enfrentamientos).

 

Desde luego que cada una de estas dos alternativas que se han propuesto, también tienen sus desventajas. Toda decisión las tiene. No obstante, parecen ser mejores estrategias que la que se ha seguido desde años en México. Estrategia que, como se ha visto en este sencillo análisis económico, no conseguirá derrotar a los narcotraficantes ni resolverá el problema de la violencia y el crimen asociado al narcotráfico.

@Roman_CM

#TuEconomistaDeConfianza

Fuente: Coatza Digital

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